Marta Eugenia Rojas Porras: Poeta costarricense Ejerció por 25 años como docente en el área de lengua española e investigadora educativa de la Universidad de Costa Rica. Actualmente catedrática jubilada. Su poesía está teñida por una visión esperanzadora desde la que se aborda la temática íntima y la figura femenina en tanto transgresora de lo establecido para su género.
Poemarios: La sonrisa de Penélope y su costumbra del adiós (1993, 1998) y Aposentos del deseo (1996, 2005), ambos con la Editorial de la Universidad de Costa Rica; Habitar la casa del tesoro (2005), Destejiendo la intemperie (2019) y Zárate desencadenada. Texto lírico dramático (2019), estos tres últimos con Ediciones Perro Azul.
Poemas en las revistas Káñina. Revista de Artes y Letras (1998, 2003), Revista Nacional de Cultura (2003), Revista Educación (2003, 2004), Atunis Galaxi Poetry (setiembre 2020).
Antalogada en Indómitas voces. Las poetas de Costa Rica (1994, Editorial Mujeres); Lunada poética. Poesía costarricense actual (2006, Ediciones Andrómeda); La palabra provocada. Antología poética costarricense (2020 Instituto Cultural Iberoamericano); Vivencias en tiempo de pandemia (2020, Enlaza2); El valor de la palabra. Antología poética (2020, Ediciones Santoamor).
Urge
La conciencia se aletarga.
Nuestras plenitudes se asocian a pertenencias.
Nos define un número en el registro de propiedades.
Te agredimos, Tierra, te agotamos.
Urge transformar las rutas del despeñadero
en decreto de vida.
Urge, desde lo cotidiano, avanzar hacia la luz;
que, en tránsito por estas rutas,
transformemos toda dádiva en concierto humanitario.
Urge reaprender la existencia de la ternura
y alejarnos de la voracidad.
Urge que faunos y duendes
en nuestros ríos y montañas,
se posen en las piedras legendarias
y que desde los manantiales,
brote, libre, el canto de las aguas.
Urgen árboles en nuestras avenidas
y barrios con predios y flores para las aves.
¡Urge el compromiso
con el planeta que nos fue dado!
¡Urge el amor!
Calla el yigüirro
Desde el crepúsculo, la oscuridad amenaza.
De noche, vestida de inocencia,
irrumpe en carros de supermanes
y mujeres maravilla.
Agrede la fantasía
con final de fotonovela,
y tarareos en idiomas no entendidos.
Se están secando nuestros ríos,
calla el yigüirro en la montaña.
Desde mi pecho, un niño llora,
una adolescente tienta penumbra,
una madre cabizbaja deambula,
un maestro se extravía en la encrucijada.
¿Cómo hallar en este invernal frío
una brasa que arda?
Se están secando nuestros ríos, calla el yigüirro en la montaña.
Mi briosa guitarra,
con voz resquebrajada,
con susurros,
fuertemente,
nos persuade:
Nos roban la leyenda, la ronda, el quedó, el escondido,
conspiran contra la imaginación ancestral,
la vapulean,
encarnecen la esperanza
y aletargan al potro que galopa en nuestra alma.
¿Cómo buscar
en el azul amargo de este verano,
el rayo del alba?
Se están secando nuestros ríos,
calla el yigüirro en la montaña.
Un libro sobre fugacidad y plenitud
Ni dueña de fincas
ni por mis lares canta el río.
Pero aves, abejas, mariposas y flores
saludan mis mañanas.
El jardín, pequeñito, es mi tesoro.
Un libro sobre fugacidad y plenitud.
Vínculo de gratitud y de vida.
Si cae el arbusto de higos,
la guaria morada florece
y, cuando sus pétalos marchitan,
una lluvia de oro explota soles
en el tronco del güitite.
El rosal asoma sus primeros brotes,
mientras en una enramada,
se oculta un nido al ojo depredador.
Un gorrión chupa néctar de un copo morado,
las damas del panal no salen en días ventosos o fríos.
El verde me arrulla.
En este oasis, colores y trinos me habitan
y el árbol de mis nostalgias ancestrales
me aferra a la esperanza.
Comentarios
Publicar un comentario