Sarah Castro
Costarricense, nacida en 1972, en la ciudad de San Ramón de Alajuela.
Aficionada a escribir poesía, en el año 2010, ingresó por primera vez a un taller literario, entonces llamado Asociación popular de arte y cultura ramonensera, Ahí colaboró por más de 7 años, en la organización del Festival Internacional de poesía de occidente. En 2012 publica su poemario 69 Latidos, único libro publicado hasta hoy.
A partir del 2013 toma las riendas como coodirectora del taller y del mismo Festival internacional de poesía, bajo el nuevo nombre, Tierra de Poetas, junto con la poeta y Licenciada Milena Chavez.
Ha asistido a difentes Festivales Internacionales de poesía, en Nicaragua, El Salvador, México, Estados Unidos, Guatemala, Costa Rica.
Algunos de sus poemas han sido publicados, en al menos 7 antologías internacionales.
También, es madre jefa de hogar, gestora de eventos, impulsadora de emprendedores, dedicada actualmente más que nada a su crecimiento espiritual.
Pero por supuesto, dejando siempre un espacio, para dejar fluir el verso.
La distancia
Es un latido mutilado
bajo las ruedas del tiempo
El tiempo.
es una imagen veloz
frente a este mar
que amplía las ansias.
Las ansias
juegan a las escondidas
con el misticismo de los sueños.
Los sueños
son la dimensión más cercana a tus labios.
Tus labios
pliegues con arritmia de incertidumbre
Incertidumbre
ola de arrecifes donde naufragan mis ojos.
Mis ojos
lugar común para reiterar entre los tuyos cada tarde.
La tarde
es un cuerpo que cruje en su agonía
mientras la noche la borra del calendario.
El calendario
es un mapa lleno de memorias
acelerando el camino hacia tu hemisferio.
Yerusbalayin (Ciudad de la paz)
Eres libertad a media luz
cuando los silencios mueren despacio.
Eres reconciliación al pie de mis ruinas
donde los pasajes secretos caen como castillo preso de la memoria.
Eres júbilo en la punta de mi verso
en el campanario inquieto de las pupilas.
Eres balcón, ventana, monte sionista,
sinagoga de cardos que se hunde en un latido del reloj.
Tierra efímera de mis entrañas,
salmo herido de labios,
madrugada perdida en la frontera.
Yerusbalayin,
déjame llegar a tus olivos,
a la cúpula lejana de tu amor,
al lugar donde los diluvios mueren,
y mi piel nace para habitarte.
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