Alfredo Pérez
Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta peruano-español y profesor de la
Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética
Fray Luis de León de la Universidad Pontificia de Salamanca (entre 1992 y
1998), y es director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos
que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Poemarios
suyos publicados son: La voluntad
enhechizada (2001); Madre Selva (2002); Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon
(2003); Pájaros bajo la piel del alma (2006); Hombres trabajando (2007); Cristo
del Alma (2009); Estación de las tormentas (2009); Savia de las Antípodas
(2009); Aquí hago justicia (2010); Cartografía de las revelaciones (2011);
Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011); Prontuario de Infinito (2012);
La piedra en la lengua (2013); Memorial
de Tierraverde (2014); Los éxodos, los exilios (2015), El pie en el
estribo (2016); Ante el mar, callé (2017) y Barro del Paraíso (2919). Su poesía
ha sido parcialmente traducida a cincuenta idiomas y ha recibido, por el
conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi
(Venezuela, 2009), el Premio Jorge Guillén de Poesía (España, 2012), el Premio
Humberto Peregrino (Brasil, 2015), el Premio Andrés Quintanilla Buey (España,
2017) y la Medalla Mihai Eminescu (Rumanía, 2017), entre otros.
EL TORO ENCANTADO
Quizás yo sólo sea
el reverso de una sombra
o la figura
revelada bajo el último relámpago.
sobre el paisaje
de mi heredad,
allá donde estaba
soñando el porvenir
montado sobre un
toro tan antiguo como el amor,
más acá de la
altura del barranco de los aguajales,
emplumado con
calendarios que ignoran
la desaparición de
tan verde lugar.
El toro es lo
único que me resta de aquel paraíso.
Voy por sendas
sobre tan noble animal
cuyo rugido es
como rememoración del encantamiento,
de todo lo que era
posible entonces,
cuando cielos y
bosques ensanchaban mi corazón.
Quizás mi destino
se fraguó alrededor del toro
cuyas fuerzas no
flaquean por su cuero
resbaloso de
presagios.
Pero todo se
confunde en la ceremonia
que dentellea lo
dichoso entre árboles ululantes
al sentirme volver
tras larga ausencia.
Quizás en otra
época mis pies trazaron la trocha
de libertad por la
que me lleva el animal.
Al final del
camino, el toro parece comprender
el mucho secreto
de mi tristeza. Sabe de mí,
pues él mismo se
grabó mi nombre en su frente.
Quizás yo sea ese
toro que recoge las sobras
del festín y
entierra las patas en el suelo
de su antiguo
paraíso
De
‘Memorial de Tierraverde’
SELVA DE HOY Y DE
MAÑANA
Tenemos el gozo
y la agonía
balanceándose
en la memoria,
suelos arrasados,
árboles humeantes,
frágiles orquídeas
brotando.
La misma belleza
es casi nada
si van
mutilándola.
Por los aires el
olor de los incendios,
la premonición
oscura.
Dentro de las
aguas el veneno,
como anticipo de
lo fatal.
Oh selva nuestra,
¿cómo quitar
los arañazos de tu
dermis,
harta de calamidad
y latrocinio?
¿Mañana, cuando
acabe
el desenfreno, aún
podremos verte?
A todo tu cuerpo
ponen precio
y pugnan por
plusvalías,
cual laberinto de
ambiciones.
Amazónico confín,
¡no
deseamos que estés
bajo la acción
de la cadaverina!
Querámoste hoy
para que el mañana
no te hiera
o despedace.
De
‘Memorial de Tierraverde’
SELVAS DESTAPADAS
Troncos quemados
por el fuego de los días,
hachazos cayendo
sobre maderas apetecibles,
sierras talando el
corazón del monte,
su sin igual
vestimenta.
Tal vez en pocas
décadas
ya no queden
árboles de caoba,
ni paujiles ni
osos hormigueros...
¿Voy a seguir
contándoles de incendios,
de cielos de
ceniza, de selvas
destapadas?
Resuella mi
tristeza ante el destrozo
de tanta vida
desprevenida.
De 'Madre Selva'
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