Psic. Liz Durand Goytia, Orizaba, Ver., 1955.
Poeta, pintora
y promotora cultural independiente. Ha publicado Caja de Colores,
Cincelar el tiempo, Alrededores del Perdón, Poemas en un Cuaderno y la
compilación de relatos Mujeres que Cuentan impartiendo ese taller en
Huajuapan de León, en el Museo Regional.
Ha sido antologada en varias publicaciones en
México, Cuba, Argentina. Brasil, Uruguay, Berlín. Ha formado parte del Comité
Organizador del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las
Nubes y organizadora del Festival Internacional Palabra en el Mundo en
Ensenada, B.C.,donde Impartió talleres
de escritura creativa y talleres de bordado.
Como pintora ha expuesto en Costa Rica, Ciudad
de México, Ensenada, Tijuana y Tlaxcala. Ha participado en la Feria
Internacional del libro en Tijuana y Ensenada donde también ha impartido
talleres de literatura y pintura.
Durante varios años viajó a diferentes
comunidades de Oaxaca para trabajar con niños en escuelas serranas impartiendo
talleres de pintura, así como en el Mercado Municipal de Huajuapan de León para
los hijos de los locatarios.
En 2019 regresó a su ciudad natal después de
50 años de ausencia, donde reside actualmente y coordina una Sala de Lectura de
Conaculta.
Su obra ha participado en la Bienal de Pintura
de Baja California y ha sido adquirida por el Museo Postal de Oaxaca.
Como Psicóloga Clínica su trabajo consiste en dar psicoterapias
por medio del arte.
Algunas Referencias
http://galeriacasadelanube.blogspot.com/2019/09/liz-durand-goytia-de-puro-corazon.html
http://galeriacasadelanube.blogspot.com/2019/09/liz-durand-goytia-de-puro-corazon.html
Chica mala
Salir a ser la chica mala
de la noche,
beber de la botella,
tatuarme una mejilla
o el ombligo,
dejar la ropa interna
en su cajón.
Abrir ancha la boca
para extender un beso al portador,
uno que pague lo que cuesta
dejar atrás las pudorosas
cuentas de la virginidad.
Rugir brava en la cama
si me provoca el tigre,
lamerle los bigotes,
morir entre sus fauces.
He de tomar las armas
si el enemigo me trastoca;
reventarme la boca con carmín,
usar impúdicas ojeras.
Llegar trastabillando
hasta la aurora,
empujarle la puerta
y encarar su reproche.
Vivir, amar, llorar,
como la chica mala
del tango que nunca se cantó.
Llueve esta agua única que todavía no nos conoce,
extrañas gotas hacen pespuntes en el tejado
y no han caído sobre nuestras cabezas,
no han llenado las copas que tomamos.
Un remolino mojado me azota las ventanas,
decapita las velas, lanza su líquido ronquido
sobre mis almohadones.
Me levanta cada vez más la voz la lluvia necia,
me asusta hasta los huesos, me hace sentir mas huérfana.
En dónde está tu pecho del que brota consuelo,
dónde tu voz que diga los conjuros
contra los maleficios del agua enfurecida.
Van naciendo los ríos que brotan de los ojos
de aquellas que no han podido ser
más nubes, más alas ni manzanas,
aquellas que se duermen en los patios
de la feroz desesperanza.
Aquí tengo mi voz casi hecha grito
ciega ente la corriente que no cede,
que martilla neumática la casa.
Densas paredes de agua me contienen
en la noche que es pozo sin estrellas.
Resienten humedad los huesos que te extrañan
paralizados por la espuma del frío,
por el azote de esta lluvia diferente
que todavía no toca tu cabeza cobijando la mía
porque aún no nacemos para el mundo,
no hemos firmado el pacto para que todos sepan
que es la sangre lo que nos tiene juntos,
la sangre que a diferencia de la lluvia
no corre por las calles,
se queda contenida en nuestras venas,
nos canta con un ritmo que nadie más entiende
pone la sal en nuestras citas escondidas:
aventuras que sacamos de un baúl
lleno de fotos imposibles,
de voces que nunca se atrevieron,
de besos que sólo fueron sueños.
Sueños que fueron medicina y palio,
pálidos sueños que gastó otra lluvia,
una que estuvo en los pasados tiempos
cundo ni tú ni yo teníamos luz
y nuestras sangres no cantaban en las venas.
Venas que como ríos nos empujan al mar
donde la espuma teje algunas noches,
donde la luna debate con las aguas
que son saladas también, como la sangre.
Vuelvo a encender las velas para mirar la lluvia.
El corazón encogido como un durazno seco
se duele de sus huecos, de tu ausencia,
de esa falta de pecho en donde guarecerse.
Sigue la lluvia afuera,
sobre todas las calles que no nos acercan,
sobre todas las casas donde no estamos juntos.
Sigue la tempestad que me inunda los ojos
y no tengo tu boca que me beba
y no tengo tu mano que me alivie.
Sólo tengo mi voz a un lado de mi cama.
Sobre mis almohadones,
el líquido tronido de la lluvia
va anegando esta falta de sueño,
esta difícil manera de pasar la noche
dejada de tu mano.
Como la noche que se entrega
como las flores cuando ofrendan
polen,
como los cervatillos cuando
comen sal...
Como la lluvia cuando moja y
canta,
como cuando las olas mecen,
como cuando la luz nos entra...
Como si fuéramos niños,
como si fuéramos héroes,
como si fuéramos los únicos...
¡Cuánta agua que bebimos,
y cuánta sed quedó!
17 abr 2011
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